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jueves, 27 de agosto de 2020

El tráfico en Bogotá, un dolor de cabeza

Por Janeth Franco Silva

Desestimular el uso del transporte particular en Bogotá no es tarea fácil, entre otras razones porque el transporte público no es cómodo, digno, ni humano, por el contrario es agotador, desgastante, inseguro, incómodo, por decir lo menos.

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Desde el año 2007, se ha intentado implementar un Sistema Integrado de Transporte Público que permita a la ciudadanía movilizarse, pero estos intentos no han sido suficientes. Fue así como se propuso en su momento, la construcción de la fase III de Transmilenio y el Metro de Bogotá, para implementar el SITP con el fin de ordenar e integrar con Transmilenio dicho Sistema, sin embargo, este no ha podido despegar por problemas de toda índole.

Usar el Transmilenio, especialmente en horas pico es una odisea, las frecuencias no son las adecuadas para satisfacer la demanda, porque en estos horarios una persona puede perder entre 15 y 20  o más minutos esperando abordar, y una vez lo hace, el caos es absoluto porque los buses siempre llevan sobrecupo. 

A la fecha, Transmilenio debería tener seis fases y en la actualidad solo tiene tres, de las nueve con las cuales fue planeado y más de 380 kilómetros de vía pero solo tiene 112. El problema consiste en que no se invirtió para completar el proyecto, la ciudad siguió creciendo a tal ritmo que hoy en día 18 años después, tiene casi dos millones de habitantes más.
Un artículo publicado por el periódico El Tiempo el 28 de Septiembre de 2017, donde se entrevistó al ingeniero Miguel Fernando Cardona Valencia, ex funcionario del sistema afirma: “Transmilenio ha llegado a su máxima capacidad, está saturado, congestionado, descuidado. Desde hace más de una década no tiene un padrino político que lo saque adelante. Cómo será, que en los últimos cuatro años los kilómetros de troncal aumentaron un 23 por ciento, pero el número de buses creció 40 por ciento. En ese mismo periodo, los pasajeros insatisfechos aumentaron al 80 por ciento”. 
El mismo artículo afirma que: “El transporte masivo en Bogotá es muy complejo porque se ha convertido en un revoltillo de dinero, política, intereses personales, mala fe. Es un auténtico caos. Por toda la ciudad aún circulan verdaderas chatarras. No respetan rutas ni paraderos, y la congestión es cada día mayor. No hay tiempo que alcance”.
Otro factor que estimula el uso del transporte particular es la inseguridad, según un artículo publicado por El Espectador el 15 de enero de 2019, “Hasta octubre de 2018, casi 6300 hurtos se perpetraron en un bus de Transmilenio y otros 1746 en el interior de buses de servicio público. Después de quienes se movilizan a pie, los pasajeros de los buses son los más vulnerables a un robo y fueron víctimas en el 16 % de los casos durante el año anterior”.
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Frente a este panorama, son diversas las opiniones con respecto a las soluciones que se deberían implementar, algunos manifiestan que se debe despejar la ciudad de carros particulares (ya existe el pico y placa), así mismo, se ha incrementado el uso de medios alternativos de transporte como la bicicleta y desde hace varias décadas (6) se ha dicho que la ciudad necesita un metro que supla la demanda, además se propone la construcción de nuevas troncales de Transmilenio y el mantenimiento de otras, incluyendo las Ciclorutas. 

De la contaminación ni hablar, no son pocas las investigaciones que se han hecho sobre la calidad del aire en Bogotá, noticias recientes revelan que los usuarios respiran un aire contaminado que proviene del Diesel de los buses.

Un estudio “realizado por ingenieros y médicos de las Universidades de La Salle y Los Andes midió por cerca de un año, durante 2017, las concentraciones de material particulado fino (PM2.5), Carbono elemental (hollín) y monóxido de carbono (CO) dentro de los buses y las estaciones del sistema. Dentro de la investigación encontramos que un viaje de ida y vuelta en el sistema representa el 60% de la dosis diaria de material particulado fino (PM2.5) y entre el 79% y el 90% de la dosis carbono elemental (hollín) de un bogotano usuario del sistema. Esta dosis de material particulado fino recibida durante 140 minutos de un viaje ida y vuelta es 1.2 veces mayor que la dosis que una persona debería respirar en 24 horas si en la ciudad se alcanzaran los niveles de concentración recomendados por la Organización Mundial de la Salud, explica Boris Galvis, investigador de la Universidad de La Salle”. 
“Las concentraciones promedio de Carbono Elemental en 52 de los 180 buses muestreados exceden los 100 μg/m3 (microgramos / metro cúbico), niveles no observados en ningún otro de los sistemas de transporte del mundo donde se han realizado estudios de este tipo. Este contaminante no tiene una norma, pero está asociado con humos de la combustión de diésel, que son reconocidos cancerígenos”.
Otras estrategias como el Día Sin Carro se han utilizado entre otros fines para disminuir los niveles de contaminación ambiental y auditiva de la ciudad, observar, estudiar y evaluar la capacidad y efectividad del transporte público, así como para concientizar a la ciudadanía de su responsabilidad con el medio ambiente y promover el uso de medios alternativos de transporte y sus efectos positivos en la salud.
Como si lo anterior fuera poco, “la Organización para la Clasificación Interactiva de Ciudades (INRIX por sus siglas en Inglés), dedicada a monitorear el tráfico en las ciudades, calificó a Bogotá como la tercera ciudad más congestionada del mundo, de acuerdo con un artículo publicado en Kien y Ke Noticias, el 13 de febrero de 2019. Según el estudio, un ciudadano promedio de la capital perdió, en el último año, cerca de 272 horas en los trancones de Bogotá; por encima de lo que gastaron los habitantes de Roma en Italia, Dublin en Irlanda o París en Francia”. 
“Este estudio que midió el tráfico en 200 ciudades y 38 países busca entregar datos concretos a los conductores y a los creadores de política pública para que tomen mejores decisiones a la hora de desplazarse por la ciudad y de tomar medidas para mejorar el tráfico”.
De esta manera, la construcción e implementación de un sistema de transporte eficiente en Bogotá es imperativo, porque la ciudad está quedando rezagada no solo a nivel mundial sino latinoamericano, perjudicando la calidad de vida de sus habitantes.

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