Cada 25 de junio, el mundo conmemora el Día Internacional contra el Tráfico Ilegal de Fauna.
En Colombia, esa lucha tiene nombre propio: Ukumarí. Ubicado en Pereira, este bioparque no es un zoológico, sino un Centro de Conservación para animales que no pueden volver a su hábitat y un aula verde que ha educado a más de 3,3 millones de personas desde su apertura. Su aporte va más allá del turismo. Es una respuesta viva y contundente al crimen ambiental que amenaza la biodiversidad del país.
Cada año, más de 40.000 animales silvestres son decomisados en Colombia, un país con una gran diversidad y, al mismo tiempo, una de las principales rutas del tráfico ilegal de especies en América Latina. Ukumarí ha recibido decenas de estos animales: tortugas, primates, aves y felinos víctimas del comercio ilegal, algunos con traumas irreversibles. “Reconstruimos lo que el tráfico históricamente rompió en nuestro país: la dignidad de un animal que vive en su ecosistema”, afirmó Raúl Murillo Betancur, gerente del bioparque.
Con una afluencia anual cercana a los 330 mil visitantes, el Bioparque Ukumarí ha consolidado una experiencia inmersiva que despierta conciencia desde el primer paso y representa una oportunidad de vida en los mejores entornos posibles para la fauna nativa y rescatada. “Nos visitan familias, estudiantes, investigadores en esta aula verde. Cuando un niño entiende que un tucán no es una mascota, probablemente será un adulto que no compre fauna silvestre”, explica Murillo. Esa pedagogía ha sido uno de los pilares del parque, que articula esfuerzos con autoridades ambientales y ha sido parte activa de procesos de rehabilitación, liberación o tenencia ética de especies.
Más de 300 personas trabajan directa e indirectamente en el bioparque, que impulsa encadenamientos económicos con comunidades, emprendedores y artesanos del territorio. Ukumarí no solo protege animales, también genera desarrollo con propósito.
El tráfico ilegal de fauna mueve más de 20.000 millones de dólares al año, según Interpol . En ese contexto, la labor silenciosa de Ukumarí se convierte en un modelo replicable. No se trata sólo de conservar, sino de transformar la relación entre humanos y naturaleza. “Salvar un animal no cambia el mundo, pero para ese animal lo cambia todo. Y cuando eso se vuelve sistemático, sí estamos transformando el mundo”, concluye Murillo.
En Colombia, el tráfico ilegal de fauna tristemente ha mostrado una preocupante tendencia al alza. De acuerdo con estudios del Ministerio de Ambiente, entre 1992 y 1999 se incautaron 100.375 ejemplares —vivos o ya procesados para manufactura—. Esa cifra casi se duplicó entre 2005 y 2009, cuando se decomisaron 211.571, lo que equivale a un promedio de 42.314 animales por año. Para 2015, las autoridades registraron 41.245 incautaciones, es decir, 113 animales silvestres decomisados cada día.
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